lunes, mayo 5

Que tanto y que tan poco. Una marioneta sin terminar por un lado y un viejo descuajeringado del otro. De un lado de la mesa la vida y del otro lo que le resta. Y Eugenia en la cocina meta hacer ruido con las cacerolas, y esa maldita lata de puré de tomates que no se deja abrir, como en los treinta y seis años que llevo al lado suyo. Pobre Eugenia, que frustración debe llevar en el alma. Y encima, ahora con los años, la cosa se vuelve peor, porque con esta cuestión del parkinson se le mueven las manos para donde no tienen que movérsele, yo la ayudaría, pero es Eugenia, mi Eugenia, la de los tobillos flacos y los ojos grandes, esa que nunca me acepto un empujón. Pobre Eugenia, toda una vida moviendo muebles, y levantando yunques con esos bracitos de marioneta. ¡La marioneta! Pucha, habrá que ponerse a laburar Aldo, me faltan, los pies, descalzo la quiere, que hincha pelotas, los ojos, “grandes y oscuros”, las manos, difícil las manos de los niños siempre me fueron difíciles de hacer, debe ser porque los niños llevan en las manos la magia de ser niños, y esa, los viejos como yo no la vemos ni en figuritas, si a esta altura ya se ha olvidado uno hasta como se llama, menos se va a acordar como eran las manos cuando era niño y se rascaba la cabeza continuamente, cuando se ensuciaba las rodillas sin quejarse, y cuanto más sucias mejor, y si se rompen un poco, mala suerte, y que siga el baile. Bueno, ¿Qué más? El pelo, el pantalón corto, y con eso termino. Parece que ya está listo el guiso. En cualquier momento me pega el grito. Ahí está. "Ya voy, aguantá que ya voy" "Se te va a enfriar" Respondió Eugenia con más lejanía que la que existe entre la cocina y el taller de las marionetas. ¿No viste donde dejé las pantuflas, Eugenia? Que increíble, yo siempre las dejo en el lugar donde me las saco, esta vez fue al ladito de esta mesa que tengo acá adelante, llena de pinturas y barnices viejos, pero ella aprovecha cualquier distracción para robármelas y ponerlas en algún sitio que ella supone indicado y que a mi me parece el sitio más horrendo de la casa entera, a los pies de la cama, en la alfombrita del baño, al lado del sillón, que mujer tan…tan…ma si "Eugeniaaaaa ¿Dónde metiste las pantuflas?" "Donde van hombre, al lado de la cama" Ya ni la voz se le parece a la de antes. Y los ojos, esos sí que se los cambiaron sin que se avive, pobre Eugenia, si supiera como se está yendo de a poco, un paso un día, otro otro, y así se me aleja la Eugenia que tanto quise, porque aunque nunca fue un amor estrafalario, yo la quise mucho, ella piensa que no, que lo único que pude querer en mi vida fueron las marionetas, pero yo a ella la quise, y la quiero como a nadie, no se da cuenta ni se va a dar cuenta nunca , porque es terca como una mula, pero bue, en fin.
- ¿Vos no comes?
- No tengo hambre, tomé café con leche hace un rato.
- Está rico.
- Esta igual que siempre Aldo.
- Sí, rico.
- ¿Terminaste la marioneta de ese tipo?.
- No, pero para esta tarde ya está lista seguro.
- ¿Qué te falta?
- Los pies, que lo quiere descalzo, no sé por qué, para complicarme la vida nomás, el pelo y los ojos.
- Bue, pero lo más difícil son los pies, porqué el pelo es un ratito y los ojos también.
- Estás loca vos, no te imaginás lo que cuesta dibujarles los ojos a un niño, más si tienen que ser grandes y oscuros, más todavía, no te imaginas. Pasame la sal. Nunca le ponés sal a la comida vos eh.
- Vos nunca tardaste en hacer los ojos de las marionetas, ¿Desde cuando estás tan exquisito?
- No estoy exquisito Eugenia, pero hay cosas que hay que hacerlas bien, ¿Sabes vos cuanto le cambian la cara los ojos a la gente? Con las marionetas pasa lo mismo. Ponele, vos ya no tenés los mismos ojos de antes, yo me di cuenta hace un ratito nomás, por tanto, no sos la misma Eugenia de antes, tenés otra cara, otro brillo, otro, que se yo, otra cosa.
- Yo no tengo los mismos ojos por las cataratas, son los años Aldo, pasa que vos no los ves pasar, te sentás en el taller, a ordenar tarritos y clavitos, y pin pan pum se te pasa el tiempo Aldo, se te pasa, vos no te das cuenta.
- Que cataratas ni cataratas Eugenia, yo no te hablo de eso, te hablo de la mirada más que de los ojos, es fácil ver los ojos Eugenia, es muy fácil que mañana venga Rosa y te diga que estas mejor de las cataratas, pero no lo es encontrarte una mañana y verte con los ojos cambiados, como si te hubiesen puesto otros, que hacen todo distinto, miran distinto, dicen distinto, caminan distinto, hasta cocinan distinto.
- Que sé yo Aldo, para mi mis ojos son los que tuve siempre, vos tampoco estás echo un pibe, rengueas de una pierna, tenés una panza enorme, el pelo blanco, a todos nos llega Aldo, la vejez no se le escapa a nadie, excepto a la muerte. No sé para que te digo todas estas cosas, vos las sabes mejor que yo, me haces hablar de gusto nomás. Anda a terminar la marioneta que te queda poco y el pobre hombre te pagó por adelantado.
Que disparate. Que disparate. Esta Eugenia no entiende nada, nada de nada, es un marciano, un pescado, ni siquiera un pez, un pescado, bobo, recién pescado. Que disparate, yo no sé, no sé, no sé, no sé.
Voy a terminar con esto, que pocas ganas, que feo, siempre me encantó hacer marionetas, pero estoy cansado che, en algo tiene razón esta vieja Eugenia, los años van pasando che, yo me doy cuenta ahora que tengo esta cosa para terminar, porque es una cosa, esto todavía no puede llamarse marioneta, y tan pocas ganas...


1 comentario:

Péto dijo...

lo mejor que leí en este blog, se transmitió muy muy muy bien. Fácil de imaginarse la situación, y no tan fácil pero con el correr de las lineas se siente también el estar ahí con eugenia.



muuuybueno.