jueves, septiembre 3

Nunca parece septiembre.
Y eso se escucha en todas partes.
Quizás porque septiembre no tiene nada en particular, quizás porque se mezcla demasiado el olor a tierra húmeda (el aroma, perdón) con el color del arco iris en el cielo. Y las flores. Y la lluvia. Y el sol, el viento, las hojas caídas.
Nada. Al final no hay nada. Nada que le haga notar a uno que lo que se está viviendo, es, en definitiva, simplemente septiembre (por treinta días)
Nunca parece mundo.
Y eso no se escucha en todas partes.
Quizás porque el mundo tiene muchas cosas en particular, quizás porque se mezclan la guerra, el amor, el hambre y la riqueza, la impotencia, la sumisión, la resignación, el hambre, la lucha, el grito y la sordera, la esperanza y la ceguera, el hambre, la mierda y la belleza, la utopía, el hambre, la música, la solidaridad, el hambre, el hambre, el hambre...
Nada. Al final no hay nada. Nada que le haga notar a uno que lo que se está habitando, es, en definitiva, simplemente mundo (por el tiempo que le permitamos serlo)