jueves, febrero 7

Vení, Vení, mirá lo que encontré. ¿Es una ángel parece no? ¡Que lindo que es! ¿Quien lo habrá dejado acá? ¿Decís que vino solo? A mi me contaron que andaban algunos viajando por la ciudad, pero no me imaginé que fuesen así, yo me los hacía distintos, pero no hay duda que es uno.

¿Que me lo lleve a casa? No dejalo, acá está bien, lástima que lo despertamos, pero no importa, él no se enoja. ¿Viste que no tiene la cosita esa rara de la cabeza?, ¡Cómo no va a ser un ángel! No te das cuenta que sí, que se ríe como ángel, que habla como ángel, que respira como ángel. Que tonta que sos eh. Yo lo voy a dejar acá, que está cómodo, así no se va y mañana puedo venir a verlo, ojalá no se vaya, porque es tan lindo.

Chau angelito, esperame que vuelvo mañana, o dentro de unos días, pero esperame eh, que yo te quiero volver a ver, y si estás despierto te quiero dar un abrazo, y sentirte el perfume de margaritas, y tocarte la punta de la nariz.








Hasta la vuelta.

viernes, febrero 1

¡¡Morir queriendo ser libre!!.
Le gritó al oído. Y el otro, estupefacto, le pegó una patada en las pantorrillas por el susto.


La puta madre- dijo el primero y se fue rengueando.


























Es que el otro, venía repitiéndose esa frase día y noche por largos meses, y sin embargo, no había logrado pronunciarla ni una sola vez.
Y ahora éste, sin practicar un segundo, la escupía como si fuese de él mismo y se la robaba de las horas que se había ocupado de pensarla y repensarla, darle vuelta, para aquí y para allá, hamacarla entre las neuronas y volverla esconder antes de hacer que dormía.
¡Que disparate! ¡Que injusticia! Bien merecida tiene la patada el muy burro- pensó.
¿Qué se cree?- y pensar que la tuve tan cerca- se decía a si mismo, pidiéndose perdón por tan abrupta reacción- morir queriendo ser libre, morir queriendo ser libre; tan cerca, pero desde afuera, que es distinto, no es como antes, como ayer, que venía pero desde adentro- le caminaba por la sangre con los glóbulos blancos, hasta que se estancaba en algún resto de órgano y luego, se perdía entre tantos otros restos de tantas otras cosas de tantos otros pasados.- ¡Qué injusticia! ¡Que disparate!.
Se echó medio litro de agua no potable en la cara y se acostó en el suelo, más fresquito y más cómodo, y se durmió, (que a veces es como morirse un rato), queriendo ser libre.

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