martes, octubre 30

Enciendo un cigarrillo. No veo mas que nada a mi alrededor, pues la oscuridad de mi habitación es en este momento mi única y fiel compañera.
El silencio se vuelve insoportable. Aunque, pensándolo bien, no molesta.
Harta estoy ya de esas voces agudas que se empecinan en invadir mi conciencia a altas horas de la madrugada.
Pidiéndome socorro como si yo fuese un ángel salvador o algo que se le parece.
¿Quienes son ellas para merecer mi ayuda? Nadie. Pues jamas he podido descubrir su escondite; y por lo tanto he llegado a la conclusión de que no están, no existen, que no son mas que voces perdidas en el tiempo, que lo único que logran es que yo pierda el mio buscándolas.
El alma me está presionando los huesos, como si quisiese escapar de su envase vanamente.
El dolor es terrible. ¿Que más querría yo que se fuera par dejarme sola, en paz? con mis huesos distendidos
y mis músculos flácidos....
¡Que se vaya! Que se vaya de una vez como se han marchado todos y al fin me deje por completo en soledad.
Quizás si se fuera las voces desaparecerían. No lo sé.
¿Por qué esta sensación de culpa se aprovecha de mi debilidad a estas horas?
Busco las razones en cada cajón, bajo la almohada, entre las sábanas, las busco por doquier, nuevamente en vano.
Parece que me vida se hubiese vuelto vana esta noche.
¿Por qué siento que me observan? si no estamos en mi habitación más que yo, mi oscuridad, mi silencio, "mis" voces y quizás (si ha frustrado su escape) también mi alma. Otra vez la búsqueda. Nada.
O quizás sí. Enciendo la luz. Me encandila ver las cosas tan claras, en un momento seguro me acostumbro, es una virtud (o defecto) propia del ser humano.
Miro a mi alrededor, nada extraño. Vuelvo a revolver la habitación con la mirada y descubro, que mi madre (mi testaruda madre) ha vuelto a destapar el retrato de mi difunta abuela que me observa cada noche, culpándome, persiguiéndome, enriqueciéndome.
Una vez más lo cubro con un viejo trapo, que es lo que esa mujer más se merece.
Ahora sí, intentaré dormir.
Por lo pronto, los huesos no me presionan y mis oídos están en paz.
¿O acaso me habré quedado sorda?