viernes, diciembre 21




Y por todas las veredas imaginables por las que pudieran pasar sus piececitos , por cualquiera de ellas, una, dos, mil combinaciones de colores y sonidos haciéndole caer en una tormenta de lágrimas, en un pozo de tristeza, de lucha, haciéndolo correr a cualquier sitio negro y silencioso que le hiciera olvidar que allá afuera...allá afuera...
Y ellos allá afuera. Afuera de la mísera verdad, amarga verdad de un diciembre de segundo o tercer milenio (no se bien cual es todavía). Y nosotros en la línea que separa sus piececitos y sus garras de leones, disputándose un pedazo de nuestra carne, sin saber para que van a usarla, no importa, quizás puedan colgarla del arbolito.
Pero sigo pensando en él y lo veo caminando con el alma en el vidrio de esa esquina, y las manitos implorándole a ese que está por nacer que se acuerde de él, que le tire una migaja de alegría aunque sea esa noche, tan luminosa y oscura. Que no lo deje abandonado a su suerte otra vez, diciéndole suavecito que aunque nació de este lado y tiene las rodillas flacas y mugrientas los ojitos le brillarían como a todos los demás si le lloviera del cielo un paquetito de esos.
Y ellos, que se devoran como locos los minutos que faltan para las doce.
Y sigo pensando en él. Y lo veo; apretujándose contra un pedazo de pan duro, con los cordones desatados y un hombro escapándosele del cuello de la remera, y las bermudas enormes que se le caen a cada paso que da. Y se me mezclan en la conciencia las lucecitas doradas y la mirada más linda del universo, muriéndose de a poquito, pero tan rápido. ¡Tan temprano se le está muriendo la mirada! Y siguen entreverándose las musiquitas insoportablemente contagiosas con su vocecita aguda pidiéndome que haga sonar metal en un vaso semi vacío, de esperanza, miedo y algún que otro centavo. Y el frío me sube tan velozmente hasta la garganta que siento unas increíbles ganas de calzarme ese traje colorado de pleno invierno que nos vendieron alguna vez, a un precio tan alto como el que debiera tener su sonrisa; y esconderme del mundo, tragame tierra. Y sin embargo, ellos (y a veces yo también) prefieren emborracharse con algo que no existe en lugar de acariciarla con los ojos, de sentirla meterse de a poquito en el alma, y hacer cosquillas hasta cansarse.
Y me siento como una pieza de pesebre. Tan quietita y dura como una pieza de pesebre. Sin voz para pedirle que le grite a todos estos hijos del que está por nacer, que está ahí, que lo vean, que dejen de cantar porquerías y de una vez por todas puedan escuchar, que dejen de malgastar el tiempo en estupideces y hagan con los minutos algo útil, mirarlo aunque sea, verlo estar paradito en la vidriera, soñando más que todos ellos juntos, vivir un poco menos que yo, ser un poco más que el que está por nacer. El innombrable hijo del señor, que lo agarró de las pestañas y lo puso en el tercer mundo sin preguntarle un comino lo que él quería, sin pedirle permiso y encima dejándolo a la intemperie por toda una vida, y arreglate como puedas, camina si tenes pies, trabaja si tenes manos, pero callate aunque tengas boca. Y no te muevas demasiado que estorbás entre la gente. Y no pienses mucho que lastima profundo. Y cuando llegue diciembre, no importa lo que pase, dibujate una sonrisa en el rostro, vestite de blanco y salí a jugar al Jumanji en esta selva del hijo del señor, y si perdés, jodete, te chupa el tablero y te manda a otro mundo, donde nadie puede verte, ni oírte, donde no sos nada; sobreviví si podes. Y acordate de pintar nieve en cualquier sitio, aunque te estes muriendo del calor, plantá un pino en el medio del living-comedor de tu casa, si tenes casa, y olvidate si allá afuera (o adentro mejor dicho) hay alguien que tiene sed, vos brindá, por la prosperidad y la paz del mundo. Pero, shhhhh! A ver si el hijo del señor algún día te escucha y te cumple el deseo.

Yo -: Tomá, che.- tiquitiqui suenan las monedas en el vasito
ÉL-: Gracias, felicidades.

Por si fuera poco, él me desea felicidades a mí, y el nudo en la garganta se me hace a cada paso un poco más grande, cuando veo en cada vidriera una réplica suya esperando que llueva del cielo un paquetito de colores.

1 comentario:

Anónimo dijo...

DIEGO_FLEMA_SOS FELIZ?
Q HACES AMIGA? TODO BIEN? SOS FELIZ?
Y cuando llegue diciembre, no importa lo que pase, dibujate una sonrisa en el rostro, vestite de blanco y salí a jugar al Jumanji en esta selva del hijo del señor, y si perdés, jodete, te chupa el tablero y te manda a otro mundo, donde nadie puede verte, ni oírte, donde no sos nada; sobreviví si..


CHE ESTA MUY BUENO LO Q PUSISTE, ESE PARRAFO ME GUSTO MAS.
KIERO JUGAR JUMANJI, KIERO VESTIRME DE BLANCO Y DE LA SONRISA NO DIGO NADA.
TU BLOG ES UN VIAJE COSMICO(PARA MI) ME HACE PENSAR Y ESO ESTA BUENO.
BUE ME VOY, CUIDATE, CHAU