viernes, septiembre 26

Era mentira que la realidad era de en serio, real. En algún momento se cruzaron en una vereda la imaginación y la certeza, como se cruza un ciruja con un perro callejero para luego andar juntos por todos lados. Pero siempre sin exceder esa simple rayuela de tiza amarilla y celeste en un patio de baldosas grises que desaparece en el tiempo, por las dudas.
Ojalá, -pensó el Sauce-, ojalá no se hubiesen conocido nunca estos dos, ahora uno anda meándome los pies y el otro me desparrama vino berreta en el suelo.
Y no se dio cuenta, que andaba encantado de emborracharse de vino y orín a diario, y terminar en un sinfín de alucinaciones de media tarde que se vivían a fuerza de ramas y hojas doradas la mañana siguiente, sin asombro de ninguno de los tres.
Y entonces- se preguntó el Sauce- ¿Eso que viene ahí será el viento, ciruja? ¿O quizás una mera brisa de verano?
El ciruja, socavado en un espejismo de mujeres desnudas y billetes verdes, pidió al árbol que hiciera silencio un poco, que lo dejara terminar de ser sueño y el perro siguió intentando mordisquearse la cola con un afán de acróbata frustrado, hasta que le pidió al Sauce (o le ordenó mas bien) que se dejara de molestar con esas pavadas de viejo que se traía los últimos días, que al fin y al cabo, la brisa era viento y el viento era brisa si se quiere y que los dos mueven las hojas de las ramas, uno un poco más que la otra, pero los dos las mueven, que es lo importante
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1 comentario:

Herminio dijo...

che graciela por el comentario
nos vemos
saludos